A primera vista, pocos escenarios resultarían tan incongruentes, en el caso de la Vespa, como las curvas del circuito de Montelhéry o los descampados de una Sei Giorni Internazionale. Si hay que dar crédito a la tradición, llega a ellos por iniciativa de algunos peritos, deseosos de medirse en campo abierto. Pero no hay que subestimar la necesidad, muy arraigada en la empresa, de demostrar el potencial técnico de un vehículo que siempre ha tenido que enfrentarse a prejuicios muy arraigados: por ejemplo, la presunta peligrosidad de las "ruedas bajas". En 1948 el programa de actividades deportivas y de aventura es muy variado. En un principio no parece conveniente incluir en él la Mille Chilometri Vespistica, donde el servicio Técnico tiene mucho trabajo con los vehículos de decenas de competidores amateurs u se detectan, entre otras cosas, motores gripados... por repostar con gasolina pura. Piaggio optimiza las vespas conducidas por Dino Mazzoncini y por otros pilotos oficiales. El perfeccionamiento de estas va aumentando hasta llegar a la fabricacion de auténticos vehículos de carreras, prototipos o series artesanales de muy pocas unidades realizadas en la Sección Carreras de Pontedera.
Nueve sobre diez en la Sei Giorni
Entre otros muchos logros destaca la clamorosa victoria en la XXVI Sei Giorni Internazionale de 1951, una competición importante que otorga el enésimo trofeo a la escudería inglesa equipada con motos BSA, Triumph, Ariel y Royal Enfield. Las escuderías italianas no destacan especialmente, aunque los 71 participantes nacionales consiguen 20 medallas de oro, 9 de las cuales se las adjudica el equipo Piaggio. Tres son para la MV, de modo que los demás: -Guazzoni, Guzzi, Innocenti, Mival, Morini, Parilla, Rossi, Rumi- se llevan solo las migajas. En la linea de salida se alinean diez Vespas. Mejor dicho, once: El señor Carini, enemistado con la escudería oficial, sale a competir con traje de gabardina sobre el vehículo destinado al desguace. Pero no pasaría a la historia por ello.
La sencillez mecánica de la creación de la Piaggio ha sido sin duda la clave de su éxito, comenta el enviado de Motociclismo, "porque los pilotos, aun siendo expertos en este tipo de competiciones, no han mostrado dotes excepcionales ni desde el punto de vista deportivo ni desde el punto de vista físico". "Hombres diminutos como Cau y viejos campeones como Opessi ... que debe rebasar ya el medio siglo", lucen la cazadora con el escudo bipartito y la P mayúscula. Triumfan sobre el asfalto y la gravilla, sobre tierra y en curvas, en las callejuelas de los pueblos que hay a lo largo del recorrido y en la prueba final de velocidad en el circuito de Monza, que en esa época aun tenia el firme de pórfido.
Las velocidades medias previstas son muy reducidas: 40 Kilómetros por hora para las 125, 48 para las 250 y 50 km/h para las 500. Al conceder el Trofeo de la industria a la Piaggio, los jueces premian "la absoluta perfección de unos vehículos avalados por seis años de experiencia, la protección integral de todas las partes vitales" y la funcionabilidad de las dos ruedas de repuesto, valiosas en un recorrido que ha dado buena prueba de la bondad de nuestros neumáticos, muy diferentes a "esas grandes cubiertas que caracterizan a las maquinas inglesas". Y también premian " la eficacia de la suspensión integral, la gran comodidad del mando del cambio de marchas en el puño del manillar, la potente acción de los frenos y todos los demás rasgos geniales que caracterizan a este producto típicamente Italiano". Se hace mención a este éxito en la presentación de la 150GS, " la vespa de los deportistas" como la llama Renato Tassinari en su editorial de Julio de 1954.
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